¿Cuándo una costumbre se convierte en manía? Cuando el modo habitual de proceder establecido por tradición, repetición o puro placer, se transforma en una especie de locura ligeramente delirante y con tendencia al furor. Si es así, me he convertido en un terrible maniaco de las cuentas.
Desde que tengo uso de razón he sentido un inmensurable placer por contarlo todo. He pasado deliciosos momentos encima de un puente contando coches agrupados por colores, embarazadas pasando por la calle desde el balcón de casa, o pájaros sobre volando la ventana de mi habitación. Lamentablemente, a veces me quedo pillado.
Hay un local a las afueras del barrio donde los seguidores del profeta dar al-ansar han construido una pequeña mezquita. Vengo pasando por delante de la puerta, un par de veces al día, últimamente, algunas más. Y me ha dado por contar las zapatillas, el calzado. Muy pocas veces coincide el numero, pero siempre han sido impares. Como es evidente, he hecho mis indagaciones, a riesgo de parecer un curioso mentecato.
A uno de los fieles le falta la parte inferior de una pierna, acude en muletas. Unos dicen, que el día que volaron las torres gemelas de New York, se encontraba visitando una de ellas y tuvo que saltar desde una ventana del segundo piso. Otros, en cambio, aseguran que cuando era joven, por su extrema delgadez y ligereza, era utilizado para desmantelar en los campos de su pueblo , minas antipersona.
Finalmente, opté por el camino más rápido y fiable.
-¿Amir, cómo te hiciste eso?
-Trabajando en camión de basura... Saltó freno de mano y el vehículo cayó marcha atrás, aplastando a Amir contra la pared... Yo no dar cuenta... Gracias a Alá, no morir espachurrado.
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