Con los ojos inyectados en sangre sobre inmensas pupilas de miradas perdidas, vuelven los Amanecidos con los primeros reflejos del alba. Regresan en manadas, con la lívida palidez en el rostro trasnochado, etílico y barbitúrico, con la rígida pesadez de los párpados blindados, pelucas ingrávidas, paladares secos, agitadas vestiduras y lánguidas expresiones, buscando un lecho donde apaciguar desesperadamente el cuerpo insomne.
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