El síndrome de "No Me Puedo Parar Porque Me Comen Los Diablos", lo padece en mi barrio un octogenario de boina y bastón llamado Torcuato.
Tato se echa a la calle con el alba, bolsa de plástico en mano; a hacer camino a pasos cortos, arrastrando los pies como si fuera su propio espíritu senil (Las muñecas de Famosa se dirigen al portal...)
Sin pausa, hasta bien caída la noche. Revisando cada una de las papeleras, hurgando en los contenedores. En verano una tenue gota de sudor resbalando por su sien cual húmeda esmeralda. En invierno, finas costras moradas de frió en los labios.
Aunque está sólo, va bien vestido, limpio y aseado. Todos los días el mismo itinerario, mañana, tarde, y noche.
-Pero Tato... ¿Se puede saber qué buscas?
Su bolsa de plástico, casi siempre vacía, cuelga de su trémula mano en un vaivén rítmico al compás de unos pasos incansables y exageradamente cortos.
-Cosas mías, hijo... Cosas mías.
Siempre el mismo procedimiento, como un rejoneador, con su viejo bastón horadando los enormes cilindros metálicos llenos de basura, asomando su cabeza, nada...
-Va usted a desfallecer.¿Es que no se cansa?
Con la mirada acuosa, barbitúrica, ausente.
-Busco metáforas, hijo... Alguna vez he encontrado alguna... Y ya te puedes imaginar.
Sus palabras se quedan suspendidas en el aire, mezcladas con un viento pasajero.
-Pero si usted no es poeta. ¿De que le sirven semejantes tropos?
-Tengo un baúl lleno en casa donde las colecciono... Con ellas le hago un pijama a mi alma, y cada noche cuando me meto en la cama, mis sueños se sumergen en algo parecido a la magia que solo consiguen alcanzar algunos versos.
1 comment:
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