Entre míticos acordes de una desaparecida banda de rock
el nostálgico tarareo de un señor con amante de 19 años:
Nainonainoná… Es como echar margarita a los cerdos…
Un escenario en la memoria virtual de un añejo recuerdo,
es que me pierdo en la tersa piel de su prominente cuello.
Kultura pal Varrio… Emilio Sanmartin al bajo… Bam-bam.
Es como echar margarita a los cerdos… Bombo… Clack…
Veintitantos años hace que tenía veintitantos, y ahora soy
un baboso cuarentón relamiendo dulces pétalos blancos
escondiendo las arrugas de la triste vergüenza en los
ocultos callejones a las puertas de un colegio, al acecho,
el temblor de mis manos surcado de venas malva recorre
su primorosa piel y mis dientecillos roídos mordisquean
voraces e insaciables la carne fresca, sonrosada y tierna.
Es como echar margarita a los cerdos… Nainonainoná…
Su pubis sabor a caramelo y mi agridulce badajo tendinoso
y pellejudo, flácido, candente, esmirriado. Se compenetran,
a lomos de mi bemeuve descapotable color gris turquesa
paseando a mi princesa por los escaparates de las mejores tiendas
engalanada con las más ricas y bellas preseas. ¡Poderoso cupido
Don Dinero! Ella me embadurna con sus dulces besos peladilla.
Y es como echar margarita a los cerdos… Nainonainoná….
¡Qué maravilla!
No comments:
Post a Comment