De vacaciones por la costa vasca, este verano pasado, acampado junto al mar en un familiar camping de montaña cerca de Guernika. En un recodo inaccesible de esos que de forma natural esconde el litoral a los pies de una indómita montaña, fui a parar por error, casi sin querer, entre una multitud de despojos que la resaca del mar, por alguna razón, allí va depositando. Por el colorido en contraste con las rocas blancas de la orilla, parecían los restos esparcidos de varios galeones piratas. Me traje de recuerdo una botella oscura con el gollete ligeramente torcido y con unos misteriosos dibujos grabados en relieve. Hasta el día de hoy, ha descansado decorosamente en una de las estanterías del recibidor de casa. En su lugar encontré una nota escrita a mano con muy mala letra de la señora que una vez por semana viene a limpiar la casa. El texto decía lo siguiente: "Patrón -es venezolana- un lamentable accidente mientras pasaba el plumero ha terminado con el objeto que trajo estas vacaciones hecho añicos en el suelo. Del estallido contra el piso se ha levantado una nube de polvo de colores que cuando finalmente se ha desvanecido, cuesta de creer, patrón, ha surgido un genio de los de carne y hueso. No el típico de esos que conceden deseos, orondos calvos y feo. Este se llama Rafael, es rubito con unos grandes ojos verdes, muy mono, dice que tiene unos ahorros, que me vaya con él a un todo incluido a las Cancún. He aceptado, me voy, Taylor cuidará de los pequeños... Chao Patrón!! Ah, se me olvidaba, cogemos prestada la alfombra de la salita, espero superar el mareo a las alturas. Un abrazo..."
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