La Exactitud del Poeta
Entonces la joven se desnudó y vino hacia mí sólo con la fina camisa sobre la piel. En seguida me tomó de la mano, me llevó hacia el fondo de la amplia alcoba y se echó conmigo en la gran cama de oro. Me atrajo junto a ella, exhaló un largo suspiro, seguido de un estremecimiento y de algunos gestos de coquetería, y acabó por levantarse la camisa por encima de los riñones.
Ya no pude refrenar por más tiempo mi deseo, y tras haber bebido de sus labios, mientras desfallecía, se estiraba y cerraba los ojos, entré en ella hasta la empuñadura. Y así comprobé la exactitud encantadora de estos versos del poeta:
Cuando la joven se alzó el vestido,
mi vista se solazó
en la terraza de su vientre.
¡Oh, qué jardines!
Descubrí su entrada,
tan estrecha y ardua
como mi paciencia y mi vida
Al adentrarme en ella
me quedé a medio camino.
Exhaló la joven un profundo suspiro.
Y yo le pregunté:
¿Por qué suspiras?
Y contestó la joven:
-Por la segunda mitad, ¡oh, luz de mis ojos!
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