Cuando presencias un huracán, lo primero que te pasa por la cabeza es la irremediable indefensión de los árboles, sin piernas para huir de tan desgarradores azotes. Seguidamente, la desagradable sensación de que de un momento a otro, un objeto volador descontrolado te va a caer encima de la cabeza; puede ser cualquier cosa. Sin ir más lejos, en este último temporal, resguardado en un callejón estrecho, fue a parar sobre mis hombros unos versos escritos a lápiz dentro de un borrador arrugado en forma de bola de papel.
Desconozco si vino a mí a través del tiempo o rescatado del pretérito, venía firmado por un Señor feudal o algo parecido (Caballero Bonald), entre borrones y tachones, decía más o menos lo siguiente:
Si es cierto que los sueños
son respuestas a todas las preguntas
que estuvimos haciéndonos
antes de nacer,
la poesía
vendría a ser como la réplica
a ese interrogante
que se ha quedado aún sin contestar.
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