
Yo desde que tuve aquel sueño cuando realizaba el servicio militar obligatorio, cada vez que miro a los ojos de un can, me parece ver en su cara los rasgos físicos de un Cabo 1º de mi compañía: Fernández Fernández. Un volunta reenganchado que hizo las mil y una perrerías y novatadas amargando la mili a todo el que pudo.
La pesadilla (más que un sueño) era que por fin yo conseguía un permiso y llegaba a mi ciudad encontrándola totalmente desierta. Recorría sus calles vacías como si las atravesara un día después de un holocausto. Pronto descubrí con asombro que a sólo unos metros tras de mí, me seguía sin poder despistarlo, un perro pulgoso y cansino con la cara del Fernández Fernández. Corría y él enganchado a unos metros de mí, me escondía y me encontraba, le pegaba patadas y me miraba con ojitos desolados y no conseguía quitármelo de encima...
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