Wednesday, October 31, 2012

LA CHICA DEL LÁTIGO


Reanudo el ejercicio con la férula en la mano, ya tenía tres varas destrozadas cuando, después de un aumento de movimientos y un par de profundos suspiros, lo vi tendido, quieto. Por fin me pidió que desistiera, cosa que hice al instante. Entonces lo desaté, pero no pude dejar de sorprenderme ante su fortaleza pasiva al ver la piel de su trasero lacerada y masacrada, cuando anteriormente era tan blanca, suave y dulce. Ahora esta hecho un destrozo de cortes, carne lívida, rajas y cuajarones de sangre, tanto que cuando se puso en pie apenas podía andar; aquello parecía un escaramujo.
Entonces descubrí claramente en el cojín las huellas de una eyaculación abundante. Su miembro había vuelto casi a su lugar, escondiéndose como avergonzado. Y al parecer nada podía hacerlo salir de ahí como no fueran los azotes propinados a sus vecinos opuestos, que de este modo estaban obligados a sufrir constantemente para darle gusto.

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