Thursday, November 26, 2009

GARGANTA PROFUNDA


El practicante del ambulatorio era algo así como el viejo curandero de una tribu indígena del profundo Amazonas. Su piel, curtida por la edad, su pelo lacio y gris con destellos plateados; una prominente dentadura, mirada penetrante y azul como el sosiego de una enorme laguna estancada. Ese era su aspecto, y en un par de meses estará jubilado tras más de veinte años en aquella consulta. Sus pacientes de siempre le conocen como Paco. En todo aquel tiempo, de todo menos inyecciones: Que si una uña despegada por la deliberada patada a un bordillo… Que si una mota de acero prisionera tras los párpados… Que si un pirsin desgarrando un labio herido… Los tiempos han cambiado.
-¡Adelante!
La consulta se llena del tenue sonido en forma de eco, pero amplificado a muy baja frecuencia, de un rebote acústico casi imperceptible de la ultima silaba.
-Siénte-se… se… se… se… se…
Mientras introduce el dedo índice de su mano derecha en el pabellón auditivo de su oreja, intentando ahuyentar el molesto zumbido, Paco observa con detenimiento el irrelevante aspecto de un paciente pálido y calvo que toma asiento con la boca totalmente abierta y una expresión en la cara de angustia.
-Qué le suce-de… de… de… de… de…
Era imposible determinar de donde provenía ese eco, pues sus ondas sonoras se expandían por toda la habitación; aunque empezaba a sospechar que surgían de lo más profundo de aquella boca abierta, inmóvil y silenciosa. El paciente calvo no decía ni una palabra, gemidos desesperados, gestos indicando en una mueca de dolor el interior de su garganta.
-¿Se ha tragado alguna cosa… sasasa...? ¿No puede hablar… blarblar..?
Era horrible, ahora las repeticiones del eco eran a mayor volumen que las de su original, algo inaudito, y a diferentes velocidades. Paco estaba seguro que las producía la garganta de aquel enfermo, salían de su cuerpo por aquella boca aumentando sus decibelios; les cambiaba el tono, hacia bucles. Alguien toco a la puerta, seguramente la enfermera, asustada por el escándalo acústico.
Toc! ¡Toc! ¡Toc! –autentico sonido a madera. Con aquello el paciente calvo, sin poderlo controlarlo, hizo un esplendido patrón rítmico y la consulta se convirtió en un improvisado auditorio flamenco.
Paco, impresionado por el recital, le ofrece su bolígrafo y un folio en blanco.
-¿Qué te has tragado…? ¡Do…! ¡Do…! ¡Do…! ¡Re…! ¡Mi…! ¡Fa…!
El diagnóstico estaba claro, el remedio no tanto; Paco le había recetado un buen laxante, aunque desconocía si el sampler que se había tragado, era analógico o digital

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