
Eso por no hablar del sinfín de bolsas de basura acumuladas, o de la peste del perro dálmata de la dueña, una venezolana que está de alquiler en la casa y nos saca cuatrocientos euros por cada habitación.
Y lo peor no es eso, y no es que sea racista ni tenga nada en contra de los negros, pero esta mañana había uno tumbado en el suelo a todo lo largo del pasillo: tendré que practicar la levitación como los iluminados para poder moverme aquí dentro.
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