Siempre quise ser una palmera junto al mar, pero tuve que conformarme con ser un frigorífico, por supuesto, no frost. Y la verdad, si he de ser franco, no lo llevo tan mal; no acaricia mi rostro la suave brisa ni se posan sobre mi exóticos pajaritos, pero a veces, cuando estoy lleno y los más pequeños de la casa me abren mostrándome satisfechos tan hermosas sonrisas, me siento muy bien. Lo que no puedo soportar es la noche, la oscuridad, cuando toda esa fauna de bichos repugnantes (cucarachas, arañas, mosquitos...) escampan a su aire, y me trepan rozando con sus espeluznantes patas, dejándome pringado con sus repelentes fluidos, y hasta anidando sus asquerosas larvas por mis resquicios .
No puedo soportarlo, tengo que conseguir activar los mecanismos adecuados para provocar una sobrecarga eléctrica y convertirme en chatarra. Una especie de jubilación anticipada. El Estatuto General de Electrodomésticos, Cacharros y Cachivaches, no contempla el miedo como larga enfermedad.
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